Pongamos que hay un león en nuestras vidas que
nos pega una paliza cuando dormimos porque ha soñado que le éramos infieles
(esto es real, se lo oí decir a una mujer en un documental). ¿Cuánto más daño
podría hacernos si le encerramos en una cárcel y sale a los cinco o seis años?
Hay leones que persiguen a las gacelas cuando salen de la cárcel. ¿Y qué
pasaría si nuestra fuente de subsistencia sólo viene de los leones y nosotros
metemos a éstos en una cárcel? Nuestros leones suelen ser maravillosos fuera
del hogar ¿qué pensarían todos de la gacela que mete a la cárcel a un
“inocente”? Y además se trata no sólo de personas que hemos amado sino de
personas a las que tenemos que demostrar constantemente que les amamos para que
no nos peguen ¿con qué cara le vemos el día del juicio? …. Hay muchos
obstáculos para poner una denuncia que están en la cabeza de las gacelas pero
hay uno concretamente que es el más terrible de todos.
Hay gacelas que lo han sido en su infancia, cuyo
padre o cuya madre le han maltratado de niñ@ o han abusado sexualmente de ell@s
o sólo psicológicamente ante la pasividad del otro progenitor que en la mayoría de los casos lo sabe y no hace nada por subsanarlo. Cuando esto ocurre, las gacelas entienden que sólo existe un lenguaje: el violento. Entonces por selección automática, desprecian a las
personas que no utilizan ese lenguaje porque no se fían de ellas, y van dejando
entrar en su vida monstruos que se quedan porque se entienden con el lenguaje
que conocen a la perfección. Éste tipo de gacelas no se plantea nunca la
denuncia. Saben que su pareja les hace daño una y otra vez e interpretan que lo
que les está pasando no es bueno pero no tienen un patrón de cómo deberían ser
las cosas. Piensan que son como siempre han sido y siempre serán.
Las campañas publicitarias que intentan
convencer a las mujeres para que denuncien a sus parejas tienen, a mi parecer,
dos defectos: El primero de ellos es que sólo se refieren a las mujeres. Es
verdad que el porcentaje de mujeres maltratadas con respecto al de hombres
maltratados, es de 10 a 1, es decir, en el 90% de las víctimas de maltrato son
mujeres, pero eso no quiere decir que el 10% de hombres sea despreciable.
También sufren daño, también son golpeados y también son tratados como si no
valieran nada.
El segundo gran defecto, es que no garantizan la
seguridad a quienes ponen la denuncia. No garantizan que sus leones serán
alejados para siempre de las gacelas. No garantizan la ayuda psicológica, ni la
asistencia económica. Pretenden que sean heroínas, que cumplan con la justicia de
este país que quiere erradicar el maltrato hacia las mujeres pero sin nada a
cambio.
No hay denuncia porque hay miedo, esa es la
principal razón. Miedo a las represalias, miedo a romper, miedo a qué será de
nosotros, miedo a qué ocurrirá, cómo nos verán, quienes dejarán de querernos,
adónde iremos después, quién nos protegerá, quién nos dará de comer. Las personas que nos hemos encontrado en “estado
de fuga”, hemos tenido que resolver todo eso en soledad: lo primero y más
importante, saber si somos personas en estado de fuga. No lo sabemos
porque no se enseña en los colegios. La segunda es si éramos capaces de salir
de ese infierno. Lo somos, pero sería más fácil si nos ayudaran. Tenemos que
cubrir una serie de necesidades antes de huir, la primera psicológica y hasta
ahora, los psicólogos no van a las casas de las gacelas. Son las gacelas
quienes se tienen que mover. Solas tienen que resolver todo y solas tienen que
ir a denunciar.
Hace tiempo
fui a una asociación de mujeres maltratadas y me comentaron que necesitan
voluntarias para que las mujeres que van a los juicios a enfrentar la denuncia,
no tengan que ir solas. Es decir, tienen que buscar a personas porque ni
siquiera eso les garantiza el estado que tanto desea erradicar el maltrato.
La gente que lee mi blog sabe que no escribo de
la imaginación y que todo lo que escribo viene de lo experimentado. Sin embargo,
jamás he contado mi historia en la blog. A veces alguna que otra anécdota pero
nunca mi historia completa. Y no lo hago porque sé, que el león con el que
topé, que vive impune después de todo el daño que ha hecho en la vida (y no
sólo a mí), cargaría con todo el peso de su ley pagada y podría arruinarme la
vida. No hablo de mi historia por puro pánico a posibles consecuencias y yo
podría haber denunciado, y podrían haberle caído 4 años de cárcel y ahora, en
vez de escribir mi blog, estaría temblando de miedo esperando la venganza.
Para ayudar a una persona maltratada no basta
con publicar anuncios en las marquesinas de las paradas de autobús.
Fuente de la foto |
Hay que hacer muchas más cosas y hay que empezar
desde antes de la adultez: en los colegios, enseñando a los niños y a las niñas
a diferenciar el maltrato porque lo primero que nos encontramos en la vida es
que cuando nos hacen daño no somos capaces de ponerle nombre y apellidos a ese
daño. He visto millones de anuncios contra la violencia dirigidos a mujeres, pero ninguno dirigido a niños.
Criticamos a los países que convierten a sus
niños en soldados, pero no hacemos nada para enseñar a las futuras gacelas que no se puede tolerar
el lenguaje violento ni a los futuros leones se les enseña el valor de la
asertividad. No somos mejor sociedad que esos terribles países porque la empatía, la honradez y el respeto no son asignaturas de colegio y deberían serlo.
Somos malos jardineros que descuidamos a las semillas
y esperamos frutos.
Por eso las gacelas no denuncian
No hay comentarios:
Publicar un comentario